Bloque III. Tema 3.1. Guerra, revolución e inestabilidad internacional.

30 julio 2013

TEMA 5. GUERRA, REVOLUCIÓN E INESTABILIDAD INTERNACIONAL
1.- TENSIONES COLONIALES Y RIVALIDADES POLÍTICAS. LA “GRAN GUERRA”
A principios del siglo XX, Europa se vio sometida a una serie de tensiones y crisis. Francia y Reino Unido recelaban del creciente poder alemán y del giro expansionista que el káiser Guillermo II dio a su política exterior. Todas estas tensiones dieron lugar a un rearme masivo por parte de los diferentes países y a un clima de enfrentamiento que en cualquier momento podía estallar.
A esta situación se sumaban otros factores de inestabilidad internacional. Continuaron las tensiones coloniales y territoriales que tuvieron Marruecos y la zona de los Balcanes como principales escenarios. Además, las aspiraciones nacionales de diversos pueblos de esa zona y de Centroeuropa agravaban la situación.
1.1. Las rivalidades entre las grandes potencias europeas
Las relaciones entre Francia y Alemania en el último tercio del siglo XIX fueron muy tensas por las reivindicaciones territoriales francesas sobre los territorios de Alsacia y Lorena que había perdido en 1870, a raíz de la guerra franco-prusiana. Esta enemistad se reavivó a comienzos del siglo XX a causa de las rivalidades coloniales.
A la tensión franco-alemana se agregó la disputa entre los Imperios austrohúngaro y ruso por el control político y económico de la zona de los Balcanes.
También las rivalidades económicas generaron un clima de enfrentamiento. El notable impulso de las relaciones comerciales y financieras, especialmente de Reino Unido y Alemania, los dos Estados con mayor desarrollo industrial y con más actividad comercial, provocó en ocasiones rivalidades en la «batalla económica» por conseguir nuevos mercados.
Alemania consideraba que para mantener y aumentar su rápido desarrollo industrial necesitaba extenderse por nuevos mercados y conseguir un imperio colonial en el que situar sus manufacturas. Por su parte, Reino Unido veía en el expansionismo alemán una amenaza a su imperio colonial y a su hegemonía comercial. Un punto importante en la desconfianza de Reino Unido radicaba en la política naval germana, que perseguía crear una poderosa marina de guerra equiparable a la británica. Por todas estas razones, Reino Unido abandonó su tradicional aislamiento y buscó la alianza con Francia.
1.2. La formación de los bloques y la carrera de armamentos
A partir de 1907 las principales potencias europeas estaban divididas en dos bloques opuestos: la Triple Alianza y la Triple Entente.
La Triple Alianza estaba formada por Alemania, Austria-Hungría e Italia. Había sido creada por el canciller alemán Bismarck en 1882 y tenía un carácter defensivo. Sus objetivos fueron lograr un equilibrio en Europa favorable a Alemania; aislar diplomáticamente a Francia y evitar así cualquier intento francés de revancha tras la humillante derrota de 1871; asegurar a los austríacos la protección de su frontera sur en el caso de conflicto con Rusia en los Balcanes, mientras Italia recibía garantías frente a un ataque francés.
Pero tras la dimisión de Bismarck, en 1890, el emperador Guillermo II y su gobierno dieron un giro a la política exterior alemana con la llamada Weltpolitik. Esta política se caracterizó por un nacionalismo expansionista, por el militarismo y el desarrollo de una poderosa flota de guerra. Hacia 1913, la flota alemana era la segunda del mundo.
El otro bloque, la Triple Entente, formado por Francia, Rusia y Reino Unido, se constituyó en 1907 a través de una serie de acuerdos.
• En 1893 Francia y Rusia firmaban un pacto militar por el que se comprometían a movilizar sus tropas en caso de ser atacadas por uno de los miembros de la Triple Alianza. Así, Francia lograba romper su aislamiento diplomático.
• Otro paso lo constituyó la firma entre Reino Unido y Francia de la Entente Cordiale, en 1904, por la que Francia renunciaba a sus ambiciones sobre Egipto a cambio del apoyo británico a la aspiración francesa de establecer un protectorado sobre Marruecos. De esta forma Francia y Reino Unido zanjaban sus rivalidades coloniales.
• Finalmente, en 1907 se adhirió a esta alianza el Imperio ruso, y se formó la Triple Entente.
Este sistema de alianzas en sí mismo no implicaba un paso hacia una guerra. Pero, lejos de ser un elemento «disuasorio», se convirtió en un instrumento cada vez más incontrolable a medida que se desestabilizaba la situación internacional.
La carrera de armamentos constituyó otro paso decisivo hacia la crisis. Entre 1890 y 1914 los ejércitos de todas las potencias europeas, salvo Reino Unido, doblaron sus efectivos de tierra y mar. Se estableció el servicio militar obligatorio, que permitía una rápida movilización masiva de tropas. Además, se mejoró mucho la tecnología armamentística gracias a la aplicación militar de los grandes avances de la segunda revolución industrial. El punto culminante de esta etapa, que ha sido denominada «paz armada», tuvo lugar en los años que precedieron a la guerra.
Entre 1912 y 1914, las posturas diplomáticas y militares de las potencias europeas se endurecieron. Alemania fue quien tomó la iniciativa, que se concretó en la votación de nuevas leyes militares que incrementaron los efectivos de su ejército en 820.000 soldados, prolongaron el servicio militar y aumentaron los gastos de guerra. Francia actuó inmediatamente aprobando una nueva ley militar en 1913 que incrementó el ejército en 750.000 hombres y estableció el servicio militar de tres años. La reacción rusa fue más lenta, pero, a pesar de eso, a finales de 1913 su plan de reorganización del ejército le permitió aumentar a 1.200.000 el número de soldados.
Esta carrera de armamentos causó inquietud en la opinión pública. Los gobiernos y sus Estados Mayores se vieron forzados a insistir en el peligro inminente de guerra para justificar sus políticas ante la población. En Alemania y Francia, las ligas nacionalistas desataron una campaña de propaganda de exaltación bélica, pero solo arrastraron a una minoría de partidarios del enfrentamiento bélico. En el resto de las potencias europeas tampoco existió una amplia corriente de opinión favorable a la guerra
1.3. Los enfrentamientos coloniales: las crisis marroquíes
A comienzos del siglo XX, también resurgieron los enfrentamientos imperialistas. El escenario fue el norte de África, concretamente Marruecos, y el país protagonista, Alemania, que había quedado insatisfecha del reparto de África realizado en la Conferencia de Berlín de 1884-1885.
En 1905 se desató la primera crisis marroquí. Alemania se negó a aceptar el acuerdo entre Francia y Reino Unido de repartir ese territorio entre España y Francia, por considerar que perjudicaba a sus intereses coloniales en el norte de África. La postura del gobierno alemán de mantener la independencia de Marruecos frente a las pretensiones francesas y el desembarco del emperador Guillermo II en Tánger, como muestra del apoyo al sultán marroquí, crearon una grave crisis internacional.
La Conferencia de Algeciras de 1906 se realizó para evitar una guerra en Europa. Se acordó reconocer la independencia de Marruecos, aunque en realidad esta fue más teórica que real, y de hecho se establecía un protectorado franco-español. El resultado de la crisis fue favorable a Francia, que salió fortalecida de su alianza con Reino Unido (Entente Cordiale de 1904).
En 1911, de nuevo se reprodujo el enfrentamiento por el tema de Marruecos, dando lugar a la conocida como la crisis de Agadír. Tropas francesas intervinieron en ayuda del sultán, que se encontraba asediado por los rebeldes de Fez. La ocupación de Fez por las tropas francesas fue considerada por Alemania como una violación del Tratado de Algeciras, lo que motivó su reacción de enviar el acorazado Panther al puerto de Agadir con la excusa de proteger a los residentes alemanes. La intención de Alemania era abrir una nueva negociación para forzar a Francia a cederle Congo a cambio de la plena libertad de acción en Marruecos.
La determinación británica de apoyar a Francia frenó las desorbitadas demandas de Alemania. En 1911, tras duras negociaciones, se firmó un acuerdo por el que Francia entregaba a Alemania una parte importante de su colonia del Congo, una vez que Alemania reconoció el protectorado francés y español sobre Marruecos. La solución alcanzada en esta segunda crisis marroquí decepcionó a Alemania, pues, lejos de debilitar la Entente Cordiale, esta mostró su solidez.
1.4. Las crisis de los Balcanes
Desde mediados del siglo XIX, otro de los puntos de fricción de la política internacional había sido la llamada «cuestión de Oriente». Su escenario era la zona de los Balcanes, ocupada por el Imperio turco, cada vez más débil. Distintos pueblos (Serbia, Grecia, Rumania, Bulgaria) se levantaron contra los turcos y lograron la independencia. La debilidad turca también alentó las ambiciones de los Imperios austrohúngaro y ruso en esa zona. Austria-Hungría pretendía intervenir contra el nacionalismo eslavo, que amenazaba su territorio. Por su parte, el Imperio ruso quería afianzar su influencia sobre los pueblos eslavos, especialmente sobre su aliada Serbia.
Entre 1908 y 1913 se sucedieron tres crisis en los Balcanes que pusieron a prueba los complejos sistemas de alianzas entre los Estados europeos. En 1908 el Imperio austrohúngaro se anexionó Bosnia-Herzegovina, lo que provocó la protesta de Serbia, que aspiraba a unir a todos los pueblos eslavos del sur. Pero la actitud de Reino Unido de mantenerse al margen, el escaso interés de Francia por intervenir en el conflicto y la debilidad rusa obligaron a los serbios a ceder. En 1912 los Estados balcánicos (Serbia, Montenegro, Bulgaria y Grecia) apoyados por Rusia, formaron una Liga Balcánica con el objeto de repartirse la franja de territorios balcánicos que poseía el Imperio turco entre los mares Adriático y Egeo. La Liga derrotó a Turquía, forzándola a reconocer la independencia de Albania y ceder el resto de los territorios.
El reparto entre los miembros de la Liga de estos restos del Imperio turco originó, en 1913, una nueva guerra entre Bulgaria y Serbia, esta última apoyada por el resto de los Estados balcánicos. La derrota de Bulgaria produjo una nueva reordenación de estos territorios. Serbia amplió sus fronteras y Rusia acrecentó su influencia en los Balcanes, mientras Austria y Alemania vieron reducido su poder en la zona. Esta situación fue el precedente de una nueva y definitiva crisis.
1.5. La marcha hacia la guerra: la crisis de julio de 1914
En este clima, una nueva crisis sería fatal. Y así sucedió a raíz del asesinato del heredero de la corona austrohúngara, el archiduque Francisco Fernando, y su esposa, en Sarajevo (Bosnia), el 28 de junio de 1914. El autor fue un estudiante nacionalista bosnio, Gavrilo Prinzip, perteneciente a una sociedad secreta conocida como la «Mano Negra», que aspiraba a unir a todos los pueblos eslavos del sur.
El atentado de Sarajevo fue el pretexto deseado por Austria para aplastar al nacionalismo serbio. El 23 de julio el gobierno austrohúngaro envió un ultimátum a Serbia, con el consentimiento alemán, exigiendo a Serbia una investigación a fondo sobre los autores del atentado. A pesar de sus duras exigencias, Serbia las aceptó todas, salvo una. Aun así, Austria consideró insatisfactoria la respuesta de Serbia. El intento de Reino Unido de mediar fue rechazado. El 28 de julio Austria declaró la guerra a Serbia. Rusia, que no podía aceptar una hegemonía austríaca en los Balcanes, movilizó sus tropas el 30 de julio. A partir de esa fecha se puso en marcha el sistema de alianzas. Alemania y Francia decidieron apoyar a sus respectivos aliados. El 4 de agosto, por último, Reino Unido decidió intervenir ante la penetración de tropas alemanas en Bélgica, violando su neutralidad. Por el contrario, Italia, aliada de Austria-Hungría y de Alemania, se mantuvo neutral.
1.6. La Gran Guerra (1914-1918)
Los países que iniciaron la Primera Guerra Mundial pensaron que el conflicto sería cono y localizado. Pero la guerra que comenzó en agosto de 1914 se caracterizó por su larga duración, cuatro años, porque su ámbito geográfico implicó a todo el continente e, incluso, a zonas no europeas y por la aparición de nuevas tácticas y técnicas bélicas.
Así, en agosto de 1914 estallaba la Gran Guerra, que enfrentó, de un lado, a los imperios centrales (Alemania y Austria-Hungría) y, de otro, a la Triple Entente (Francia, Rusia y Reino Unido).
En el momento del estallido, la situación de los dos bloques, por lo que se refiere a las fuerzas militares, mostraba una clara superioridad numérica de la Entente. Pero esta diferencia numérica era más ficticia que real. La posición estratégica de Alemania y Austria-Hungría en el centro de Europa favoreció el movimiento de sus tropas, mientras que la Entente y sus aliados estuvieron fragmentados en dos frentes sin comunicación terrestre posible. El ejército alemán era claramente superior al francés en artillería pesada de campaña y en vehículos automóviles; sin embargo, existía un relativo equilibrio armamentístico entre los dos bloques.
Por lo que se refiere a las fuerzas navales, los países de la Entente, y sobre todo Reino Unido, fueron dominantes. Ello condujo a los alemanes a la guerra submarina, como única forma de contrarrestar la superioridad naval inglesa y francesa, esta última en el Mediterráneo.
Los dos bloques buscaron a lo largo de la guerra nuevos aliados, lo que significó la mundialización del conflicto. En la guerra participaron catorce países europeos con sus respectivas colonias, que se extendían por los cinco continentes, más Japón y Estados Unidos. Fue la primera vez que una guerra afectó a un territorio tan amplio y ello influyó decisivamente en la prolongación del conflicto.
La contienda de 1914-1918 fue un nuevo tipo de conflicto. Fue la primera «guerra total» de la historia contemporánea, en la que se utilizaron todos los recursos humanos, económicos y técnicos de los países contendientes.
Se movilizaron casi setenta millones de soldados. Los avances técnicos e industriales del último tercio del siglo XIX se pusieron al servicio de la fabricación de un armamento moderno y mortífero (artillería, ametralladoras, navíos acorazados, submarinos, gases tóxicos, carros de combate e, incluso, la aviación).
En todos los países beligerantes se impuso una economía de guerra dirigida por los Estados. Se creó una «industria de guerra» para proveer de armas y municiones al ejército; mientras que la población civil sufrió el racionamiento y la penuria. Por otra parte, la elevada movilización de soldados para la guerra obligó a recurrir a las mujeres para el trabajo en las industrias y otros sectores tradicionalmente masculinos.
Ningún Estado pensó que el conflicto pudiese durar tanto, ni que fuera una guerra total y de desgaste. Para obtener recursos con los que sufragar los elevados gastos militares, los gobiernos recurrieron a la emisión de deuda pública y a los préstamos del exterior, que, en el caso de los aliados, provinieron sobre todo de Estados Unidos.
Otro rasgo característico fue el uso que se hizo de la propaganda en el interior de los países para inflamar el patriotismo y el espíritu de resistencia de la población civil y de los soldados, y, en el exterior, para minar la moral del enemigo y debilitar su capacidad de resistencia.
La guerra tuvo diferentes fases. Fue una guerra de movimientos de agosto a diciembre de 1914. Pasó de ser una guerra de posiciones a una guerra de desgaste de 1915 a 1916. En 1917, dos hechos contribuyeron a cambiar el rumbo de la guerra: la intervención de Estados Unidos y la revolución rusa, que supuso la toma del pode por los bolcheviques.
La guerra submarina indiscriminada de Alemania comenzó a perjudicar a los exportadores estadounidenses y al propio prestigio nacional. El 2 de abril de 1917 el presidente de Estados Unidos, Wilson, anunció al Congreso su resolución de intervenir. Esta intervención supuso una gran ventaja para los aliados, precisamente en el momento en que comenzaba la descomposición del ejército ruso.
• En Rusia, los bolcheviques, partidarios de una paz por separado, tomaron el poder en octubre de 1917 y en diciembre firmaron un armisticio con Alemania como preludio del tratado de paz de Brest-Litovsk (marzo de 1918). Con este acuerdo se puso fin a la guerra en e1 frente oriental.
Tras la firma de la paz con Rusia, en 1918, las mejores divisiones alemanas se trasladaron del este al oeste y, aprovechando la superioridad numérica inicial, desencadenaron varias ofensivas. Pero la llegada masiva de tropas y pertrechos estadounidenses permitió a los aliados realizar un contraataque marcado por el uso de numerosos carros de combate que protegían a la infantería en su avance. Los aliados recuperaron todo el terreno perdido mientras las tropas alemanas se replegaban.
En los otros frentes los aliados derrotaron a los búlgaros, turcos y austrohúngaros. Entre el 26 de septiembre y el 3 de noviembre, firmaron el armisticio Bulgaria, Turquía y Austria-Hungría.
Por su parte, el ejército alemán se desmoronó, no solo por las derrotas en el frente, sino también por la grave situación económica y los problemas sociales en la retaguardia, donde tenían lugar continuos actos de protesta y de rebelión entre la población civil, especialmente entre los obreros industriales. El alto mando militar alemán aconsejó al emperador Guillermo II firmar un armisticio, pero el káiser abdicó el 9 de noviembre al tiempo que se proclamaba la República. El nuevo gobierno, dirigido por el partido socialdemócrata, firmó el armisticio el 11 de noviembre de 1918. La Primera Guerra Mundial había terminado.

2. LA REVOLUCIÓN RUSA Y EL MODELO COMUNISTA
2.1. La crisis de la Rusia zarista
A principios del siglo XX, Rusia era un país desgarrado por profundas tensiones, derivadas fundamentalmente del poder autocrático del zar Nicolás II, que gobernaba a su libre albedrío, y de la existencia de una gran masa de campesinos sin tierras y de obreros industriales que vivían en unas condiciones penosas, frente a una minoría de aristócratas dueños de las tierras e industrias.
En 1905, el malestar social dio lugar a una revuelta que obligó al zar a renunciar a una parte de su poder en favor de un Parlamento, la Duma, y a emprender algunas reformas políticas y sociales. Sin embargo, en la práctica, siguió reinando de forma absoluta.
La oposición de la población al régimen se acrecentó con las derrotas militares en la Primera Guerra Mundial, sobre todo cuando en 1915 el zar asumió personalmente el mando del ejército, a la vez que aumentaban los sufrimientos generados por este conflicto en la población civil.
2.2. La Revolución Rusa de 1917
El concepto de Revolución Rusa hace referencia a dos revoluciones que triunfaron en 1917. La primera, la revolución de febrero, puso fin al gobierno autocrático del zar; la segunda, la llamada revolución de octubre o bolchevique, provocó la caída del gobierno provisional establecido tras la primera etapa revolucionaria y el establecimiento de una dictadura comunista dirigida por Lenin.
• La revolución de febrero
La intervención de Rusia en la Primera Guerra Mundial evidenció la falta de organización militar, política y económica del país. La movilización de millones de campesinos había provocado un descenso de la producción agrícola. El pueblo estaba hambriento y desilusionado ante las noticias que llegaban del frente. Se formaron consejos de obreros, campesinos y soldados: los soviets, que exigían cambios.
En febrero de 1917, el creciente malestar desembocó en un movimiento revolucionario en Petrogrado (San Petersburgo), que provocó la abdicación del zar. El poder pasó a manos de un gobierno provisional formado por miembros de la Duma, que inició una serie de reformas liberales.
Pero, tras la revolución, existían dos poderes enfrentados: el gobierno provisional, dirigido por Kerenski y apoyado por los mencheviques (socialistas moderados), y los soviets, dirigidos en su mayor parte por los bolcheviques (socialistas radicales, agrupados en el Partido Comunista) y cuyo líder era Lenin.
• La revolución de octubre
Ante la lentitud de la reforma agraria del gobierno de Kerenski y su decisión de continuar en la guerra, a lo que se oponían los bolcheviques, un número cada vez mayor de rusos se inclinaba a favor de estos últimos, que comenzaban a reclamar todo el poder para los soviets. En octubre, los bolcheviques protagonizaron una segunda revolución y derrocaron al gobierno provisional.
Lenin formó un nuevo gobierno, firmó la paz con Alemania en 1918, a costa de grandes pérdidas territoriales para Rusia, y, entre otras medidas, aprobó la expropiación de las grandes propiedades agrarias y el control de las fábricas por parte de los obreros. Estos hechos avivaron la oposición al nuevo régimen entre algunas capas de la sociedad, desembocando en una guerra civil, entre 1918 y 1921, que concluiría con la victoria de los bolcheviques.
2.3. El gobierno de Lenin
La situación generada por la guerra civil provocó el derrumbe de la economía rusa, y en 1921 hubo una hambruna que costó la vida a cinco millones de personas. Para solventar la crisis Lenin adoptó una Nueva Política Económica (NEP), que combinaba elementos comunistas y capitalistas: permitía la propiedad privada campesina, pero la industria y los bancos quedaban en manos del Estado. La NEP consiguió la recuperación, pero aumentó las diferencias sociales.
Bajo su mandato varias nacionalidades, que se habían independizado durante la guerra civil, se unieron para formar el Estado federal de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en diciembre de 1922. Cada una de ellas gozaba de un cierto autogobierno, pero estaba sometida a las decisiones del Partido Comunista y del Parlamento o Soviet Supremo.
2.4. El estalinismo
A la muerte de Lenin, en 1924, Trotsky y Stalin se disputaron su sucesión, resultando vencedor este último en 1927.
Stalin instauró un sistema político totalitario. El Partido Comunista pasó a controlar todos los aspectos del Estado y la sociedad. Stalin fue considerado un líder infalible, cuyas decisiones había que acatar sin crítica. Cualquier disidencia fue duramente reprimida: ejerció una política del terror mediante las purgas, que consistieron en el asesinato o la reclusión en campos de internamiento (gulag) de cualquier sospechoso de oposición al sistema. De esta manera, se aseguró la sumisión de los soviéticos. También mantuvo una firme política rusificadora y centralista, que reprimió cualquier atisbo de nacionalismo.
Uno de los principales objetivos de Stalin fue convertir a la URSS en una gran potencia económica. Su política económica descansó en:
-La planificación de la economía por el Estado, que establecía la producción agrícola e industrial por períodos de cinco años (planes quinquenales).
-Se prohibió la propiedad privada de la tierra y se colectivizó la agricultura, que se sustentó sobre dos formas de propiedad: el sovjós, granja estatal que empleaba asalariados, y el koljós, granja de propiedad colectiva pero controlada también por el Estado.
-Se crearon grandes industrias de propiedad estatal y el gobierno controlaba también el comercio, los bancos y el resto de los servicios.
En pocos años, la URSS pasó a ser una gran potencia económica.
3. EL NUEVO ORDEN INTERNACIONAL. LA SOCIEDAD DE NACIONES.
3.1. La Conferencia de Paz de París
En enero de 1918, casi un año antes del final de la guerra, el presidente estadounidense Wilson expuso en el Congreso de Estados Unidos los «catorce puntos» por los que según él habría de regirse una paz justa y duradera. Sus objetivos eran:
• La supresión de la diplomacia secreta, a la que se atribuyó el desencadenamiento de la guerra.
• La libertad de navegación y de comercio internacional.
• La reducción de armamentos.
• La desmembración de los viejos imperios y el reconocimiento del derecho a la independencia a las minorías étnicas y lingüísticas de los pueblos que formaban estos imperios.
• La creación de una Sociedad de Naciones, basada en la igualdad entre los Estados al margen de su potencia, que arbitrase las relaciones internacionales y garantizase la seguridad de las naciones y su integridad territorial, así como la imposibilidad de nuevas guerras.
Pero estos principios no fueron respetados, ya que los aliados europeos estaban más preocupados por defender sus propios intereses que por lograr una paz justa. Francia, la más perjudicada por la destrucción causada por el conflicto, exigía que Alemania debía pagar las reparaciones de guerra e incluso ser desmembrada. A esta pretensión francesa se oponían las posiciones más conciliadoras de los británicos y estadounidenses.
En la Conferencia de Paz de París (1919-1920) se elaboraron los cinco tratados que estipulaban las condiciones de la paz y las nuevas fronteras entre los vencedores y los vencidos. Los países vencidos no fueron escuchados y solo fueron llamados para firmar los tratados impuestos por el Consejo de los Cuatro, formado por los dirigentes de las grandes potencias vencedoras: Clemenceau (Francia), Lloyd George (Reino Unido), Wilson (Estados Unidos) y Orlando (Italia).
3.2. Una paz impuesta por los vencedores
De todos los tratados firmados en París, el Tratado de Versalles, que reguló la paz con Alemania, fue el más importante. Por su dureza fue considerado por el Estado y el pueblo alemán como un diktat.
•En primer lugar, Alemania sufrió fuertes recortes territoriales: tuvo que ceder a Francia Alsacia y Lorena; la región de Posnania a Polonia, y asimismo se creaba un pasillo o «corredor polaco», con la «ciudad libre» de Danzig, que separaba la Prusia Oriental del resto de Alemania. Por último, las colonias alemanas pasaron a convertirse en mandatos de la Sociedad de Naciones.
•Además, Alemania fue considerada responsable del desencadenamiento de la guerra, y como consecuencia tuvo que pagar fuertes reparaciones de guerra para compensar las destrucciones causadas a los países vencedores. Debió entregar de inmediato su flota mercante, sus locomotoras y ceder a Francia la explotación de las minas de carbón del Sarre durante quince años.
• Finalmente, Alemania tuvo que suprimir el servido militar obligatorio y limitar su ejército a 100.000 hombres. Para prevenir cualquier intento de revancha, los aliados ocuparon la orilla izquierda del Rin durante quince años, transcurridos los cuales dicha zona quedaría desmilitarizada. Asimismo se prohibió la unión de Alemania con Austria.
Los tratados de Saint Germain, Trianon, Neuilly y Sévres establecieron una nueva organización de las fronteras y de los Estados de la Europa centro-oriental y balcánica. Los Imperios austrohúngaro y turco se desmembraron en diferentes Estados, y se formó un «cordón sanitario» en torno a Rusia para impedir el contagio de la revolución bolchevique. Este cordón sanitario se construyó con la creación de varios países en los territorios que Rusia había perdido en el Tratado de Brest-Litovsk: así, Polonia, Finlandia y los países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) se convirtieron en Estados independientes.
3.3. Las repercusiones políticas de los tratados
Con el final de la guerra desaparecieron los grandes imperios que existían en Europa antes de 1914. La revolución de octubre de 1917 acabó definitivamente con el Imperio ruso de los zares. En el antiguo Imperio alemán, o Segundo Reich, y en el Imperio austrohúngaro se proclamaron repúblicas y las constituciones democráticas se extendieron a muchos de aquellos territorios que habían estado dominados por imperios autoritarios. También desapareció el Imperio turco, cuyos territorios dieron lugar a nuevos países o pasaron a estar bajo el dominio de otras potencias. De este modo, de acuerdo con el principio wilsoniano del respeto a las nacionalidades, se constituyeron nuevos Estados: Polonia, Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Checoslovaquia, Yugoslavia y Hungría.
Hacia 1920 Europa estaba formada por un total de veintiocho Estados. Todos ellos, salvo dos, eran democracias parlamentarias y en la mayoría se implantó el sufragio universal.
3.4. La Sociedad de Naciones y los problemas de la posguerra.
Con la creación de la Sociedad de Naciones se buscó normalizar las relaciones internacionales. Pero el camino hacia una paz duradera se vio desde el principio sometido a fuertes tensiones. Tan solo entre 1924 y 1929 hubo una breve etapa de relativa distensión.
3.4.1. La Sociedad de Naciones
La Sociedad de Naciones fue una organización internacional, fundada al final de la Primera Guerra Mundial, a iniciativa del presidente estadounidense Wilson. Su objetivo era asegurar el mantenimiento de la paz, la seguridad colectiva, el desarme y la cooperación económica y cultural entre los diversos Estados del mundo. Su sede se estableció en Ginebra.
Sus órganos rectores fueron cuatro:
• La Asamblea General, integrada por todos los Estados miembros.
• El Consejo, formado por las cinco potencias vencedoras (Reino Unido, Estados Unidos, Francia, Italia y Japón).
• La Secretaria, un órgano meramente administrativo.
• El Tribunal Permanente de Justicia Internacional, cuya sede se fijó en La Haya.
Sus miembros se comprometían a agotar todos los procedimientos para solucionar de forma pacífica sus conflictos y evitar la guerra. Se impusieron sanciones para aquellos Estados que infringieran el pacto, incluso se establecía que el Estado que cometiera infracciones graves podía ser excluido de la Sociedad de Naciones.
Pero fue una organización frágil que no pudo llevar a la práctica sus objetivos, ya que no disponía ni de ejército ni de capacidad ejecutiva para forzar el cumplimiento de sus resoluciones. Además, no se permitió la adhesión de los vencidos ni de la Rusia soviética, lo que significó que una serie de países que tenían gran peso internacional quedasen fuera de la organización. Por último, influyó mucho la no participación de Estados Unidos. que inició una política internacional aislacionista después de que su Senado no ratificase el Tratado de Versalles.
Como aspectos positivos de la Sociedad de Naciones se pueden señalar el establecimiento de una diplomacia multilateral, la prohibición de los tratados secretos y la constitución de organismos de carácter humanitario y de cooperación internacional (Organización Internacional del Trabajo, la Organización Mundial de la Salud, etc.) que siguen vigentes.
3.4.2. Los problemas de la posguerra en Europa
El período entre 1919 y 1924 fue especialmente inestable para Europa, que estuvo sometida a grandes tensiones internacionales.
La cuestión de las nacionalidades en los ámbitos de los antiguos Imperios alemán y austrohúngaro no quedó totalmente resuelta. Estos imperios: se dividieron en ocho nuevos Estados, pero algunos de ellos no eran étnicamente homogéneos. Además, los resultados de los tratados de paz no satisficieron a todos y pronto dieron lugar a problemas políticos y fronterizos.
Otra cuestión espinosa fue la de las cláusulas del Tratado de Versalles, que enfrentó a Alemania y Francia. El eje del problema se hallaba en las reparaciones de guerra. En la Conferencia de Londres de 1921 se fijó el montante de las reparaciones alemanas en 132.000 millones de marcos-oro, En 1922, ante la grave situación económica, el gobierno alemán se vio forzado a pedir una moratoria de pago. El gobierno francés se obstinó en que «debía pagar» y ordenó la ocupación de la cuenca industrial del Ruhr en 1923. Como consecuencia, la economía alemana se hundió.
A partir de 1924 se produjo una cierta distensión del ambiente internacional, basado sobre todo en el intento de resolver el problema alemán.
• En 1924, el Plan Dawes dio una solución al problema de las reparaciones, y Francia cedió y abandonó el Ruhr.
• En 1925, en la Conferencia de Locarno, se estableció un sistema de garantías mutuas entre Alemania, Francia, Bélgica, Reino Unido e Italia, por el que se comprometieron a respetar las fronteras occidentales de Alemania, así como a la desmilitarización de la Renania. Con este pacto se inauguró un nuevo estilo en las relaciones internacionales basado en el diálogo.
• En 1926 se admitió a Alemania en la Sociedad de Naciones, lo que pareció congraciar a los antiguos enemigos. Sin embargo, el revisionismo alemán quedó latente, pues Alemania no reconoció las fronteras que los tratados de paz habían establecido en su zona oriental.
Un paso más en favor de la paz fue el Pacto Briand-Kellog de 1928, que condenaba la guerra como forma de resolución de los conflictos. No obstante, este pacto quedó en una mera declaración de renuncia a la guerra y de compromiso a resolver los conflictos entre los Estados recurriendo al arbitraje de la Sociedad de Naciones, pero no imponía ninguna obligación efectiva a los países firmantes.
3.4.3. Los problemas de la posguerra en las colonias
La guerra y la afirmación del principio wilsoniano del derecho de los pueblos a decidir su propio destino impulsaron en las colonias el despertar de una conciencia nacional. Pero los grandes imperios coloniales, Reino Unido y Francia, no aplicaron ese principio ni a sus colonias ni a las colonias alemanas en África, que se repartieron y convirtieron en mandatos gestionados por estas potencias.
Especialmente destacó el problema del Próximo Oriente. Por una parte, británicos y franceses prometieron a los árabes, a cambio de su lucha contra los turcos, la formación de un gran reino árabe. Pero solo se constituyó un reino en la península Arábiga. Reino Unido, sobre todo, logró consolidar sus intereses económicos y estratégicos en la zona, en la que se situaban los más importantes recursos petrolíferos.
Por otra parte, también se ofreció a los judíos, en 1917, la creación de un «hogar nacional judío» (Declaración Balfour). De esta forma, intentaban lograr el apoyo financiero de Estados Unidos, donde la minoría judía constituía un importante grupo de presión (movimiento sionista).
El descontento de los árabes al constatar que británicos y franceses habían decidido en secreto repartirse los territorios turcos del Próximo Oriente, bajo la forma de mandatos, y la corriente de emigración de judíos procedentes sobre todo de Europa central y oriental hacia Palestina con el propósito de crear un Estado, dejó planteado un grave problema para el futuro de esta zona.